Tuve que deshacerme de todo lo que tenía, lo que acarreaba a mi mente a ese pozo oscuro del que no puedo salir cada vez que entro. Tus mentiras, resonando en mí, una y otra vez me lastiman. Intenté volver a mi camino en cada despertar. Ilusa, creí que podía salvarme del dolor, jugando con fuego, sin medir las consecuencias. Creyendo tener todo bajo control, fui creando un monstruo bajo mi piel.
 ¿Cómo creerlo? en mis manos tenia el poder de acabar con lo poco que aún quedaba de fortaleza. Sólo era un inocente recreo de la realidad, un juego que, lánguidamente, se tornó perverso e incontrolable. Me enseñaste el significado de la incapacidad, de lo imposible, de la utópica idea de que en algún momento conseguiría que sintieras una mínima idea de lo que es el dolor. Pero no puedo con esto, cada noche me propongo olvidarte, al día siguiente abro los ojos soñando con lo que jamás volverá. Juraste protegerme, pero en ningún momento mencionaste que quien me desgarraría el alma sería tu repulsivo desinterés.
Y a pesar de todo, solo queda sonreír, porque ese único recuerdo que permanece intacto es banalmente onírico… Y necesito más, que el tiempo no exista, que conmigo sos feliz y que volamos lejos de acá. Atesoro cada noche, es lo único que me devuelve esa sonrisa, jamás podré olvidarla.
Me enferma, me da miedo, verte desmoronaría el poco progreso que logro. Mi falta de seguridad alcanza para poder decirte ¡Si!, porque lo dejaría todo si, tan solo, me lo pidieras. Aunque lo único que consigo es que sutil y fríamente me sugieras alejarme de tu vida.
Destrozame, mentime, abandoname, una y otra vez. La respuesta siempre será “¡Si!, a lo que sea… ¡Si!” Porque si aun te queda alguna razón para encontrarme, yo sigo levantando la mirada, con la ilusión de verte ahí una vez más. Eso me hace sentir tan estúpida, como un perro que espera a su dueño, corro a tu lado, pero resultás inalcanzable. Te espero, aborrezco hacerlo, pero te espero… Odiándote, doliéndome en cada parte de mi cuerpo. Verte todo lo desvanece, vuelvo a ser feliz, como si realmente valieras, como si merecieras que alguien te ame… Enfermizo. Obsesivo.
Lamento que hayas tomado malas decisiones, que también terminé pagando. Pero más lamento que todo esto, sólo estuvo en mi cabeza, jamás en la tuya. Nunca valí un segundo de tu tiempo. Lamento que simplemente me consideres una pieza más de tu insólito juego. Y también lamento mi obstinación, que me reduce a no valer una mierda, conformarme. Porque resulta ser eso lo que deseas darme, seguramente lo acepte por ser tan obstinada. A veces conseguir lo que uno quiere trae sus efectos colaterales. ¡Sorpresa! No puedo odiarte, no puedo desearte lo peor, daría todo por verte feliz.
Crearía el mejor disfraz únicamente para aplaudir tu cobardía, porque si tu habilidad es volverme loca, la mía es hacerte creer que no vales más que la propia infelicidad a la que nos condenaste. Mis ojos no pueden mentirte, mis piernas tiemblan como una hoja cuando te veo, mi piel se derrite cuando me tocas. ¿Cómo dejar de amarte? si el manojo de clavos con  el que quiero cubrirte, se resbala torpemente de mis manos cada vez que decís “hola”. Soy débil... Solo enmudezco, intento alejarme, pero respondes a mi falsa indiferencia con un beso que me vuelve de la muerte cada vez que deseas sentirte vivo conmigo.

Comentarios

  1. Intenso, doloroso, hermoso!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias! Escribir es la mejor manera de canalizar la tristeza y darle un sentido. No dejes de pasar! Saludos.

      Borrar

Publicar un comentario

Entradas más populares de este blog

“Las dos linternas”, Poema de la obra “Las Doloras“; El Kybalión; Ramón de Campoamor (1846)

"Crónica de la ciudad de La Habana"; El libro de los abrazos; Eduardo Galeano