Importuna la fe ciega del: “todo irá mejor”, pavorosos los demonios que pronto huirán de mí, por el hambre al que los induzco con mi irrisoria ambición. Aun así, como la peor de las adicciones siempre invisten al más mínimo indicio de felicidad que olfateen. Opresores de quimeras que se alimentan del vulnerable deseo de vivir.
Trazo esto, sabiendo que la vida es una montaña rusa, y que como hoy me encuentro en el fondo del océano transcribiendo estas líneas, quizá mañana ya no esté aquí. ¡Círculo vicioso!
En lo más obscuro de mi voluntad, a lo mejor, esos peces abisales, ya saben... Esos de la luz que con sus ardides descarados motivan a esa triste alma a intentarlo una vez más para finalmente devorar sus entrañas. No voy a negarlo, por naturaleza uno siempre conserva la esperanza. Es tan sublime creer que esta vez las cosas funcionarán. Pero su azar ya ha sido marcado, víctima de una ácida racha en la que el destino decidió burlando su génesis, sellar la promesa con desdicha y abatimiento.
Lo bueno no dura, la suerte es de otros, la “felicidad” ... Simplemente tan ilusoria. ¡Pero que nociva dispersión! ¿Por qué habría de acercarme a usted?,
¿
Por qué forjar ese vínculo?
si solo causare, en usted, que toque fondo junto a mí. En las profundidades ya somos un ejército de malditos. Y sus voces… sus voces solo nutren nuestros recelos, envolviéndonos en
eternas
cadenas...
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