El árbol, la muerte y la vida.
qué desolación no ser como esas aves,
ellas parten y sin ataduras, solo van…
¡Pero que tormento no ser como ellas!
que solo... Van.
Batallo contra esta condena, enrraizada
a una tierra que no es mía.
Mientras ellos parlotean: “pureza, vida
y armonía”
Nuestra esencia ha callado, pero, no...
amigo mío, la libertad es otra cosa.
Sólo el tiempo será testigo de nuestro
marchitar.
Cuando las raíces prevalezcan en la
tierra a la que esta perra vida nos ha condenado principiar, avejentaremos...
Dirán que deliro, juzgarme por pensar
que surgí en la membrana equivocada.
Pero mi destino va más allá que ser un
deteriorado pedazo de ramaje
Ellos, siempre balbucean la savia que
me compone:
“Mis pétalos caerán, mis brotes
perecerán y mis tallos derrumbarse verán.
Que la muerte reposa junto a mí, riendo
de mis descarriados anhelos” ...
Yo les digo: "Pobre de ellos,
¡sosteniendo esa conformidad! sin poder ver más allá".
¿Qué sentido tendría prolongar mi presencia
en este mundo? Si mis deseos más profundos son quiméricas
ambiciones.
Prefiero mil veces una ponderosa vida,
llena de acontecimientos y leyendas,
a un final tan mediocre y marchito como
el suyo.
Incluso la muerte ríe recostada junto a
mí, cual ave de rapiña,
espera impaciente su grandioso y
obstinado banquete.
¡Pero hasta la muerte misma, estará tan
sorprendida del grado de mi ineptitud!
tanto tardará en encontrar mis restos, que,
como un acertijo, deberá buscar
donde no esperaba verme morir, allí
donde me condenó por décadas de soledad
en la tierra a la que me empotró, no
encontrará más que un vacío.
Cuando al fin venga por mí, sé que
reiremos juntas por última vez, cumpliendo nuestro mutuo deseo.
Ella obtendrá su gran desafío: una caza
hacedera, acabando conmigo sagazmente…
Pero no sin antes darme el gusto...
Paladear, aunque sea, esa pizca de esta
anhelada libertad.
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