Material para el recuerdo.


  ¿Que nos pasa con los recuerdos materiales en cuanto al apegue emocional en nuestra vida?…
  Cuando somos adolescentes franqueamos por esa etapa en donde todo lo que tenga que ver con lo infantil queremos que arda en llamas, autitos; barbies; objetos aniñados varios. Ese período de transición violenta en nuestra forma de pensar donde de repente dejamos la habitación sin un fucking poster de Peppa Pig, completamente vacío. Ese vacío que visiblemente refleja lo que se encuentra pasando dentro nuestro. Vacíos pendientes a nuevas experiencias, nuevas situaciones. Pelada de las cosas que venían haciéndonos quienes somos hasta que dijimos “chau Peppa Pig, hasta acá llegamos”. De cierta forma, y, hay que hacer un paréntesis acá, para hablar de la forma en que la sociedad nos impone que es hora de dejar de ser quienes somos para convertirnos en adultos serios y responsables. Es como nuestro primer encuentro brusco con la sociedad, con el mundo en sí...aunque una parte de nosotros nos dice que no aspiremos a tirar nada, solo guardar, que se queden lejos, pero no tanto…ahí. Por las dudas.
Tenemos la habitación tan vacía que se ven hasta las manchas de humedad que queríamos tapar con las boludeces que colgamos. Y escuando nos pinta una re locura en la cabeza, somos pollitos vulnerables al monstruo consumista de la sociedad bullshit en la que vivimos, y nos come crudos a esa edad. Conocerlo y verlo todo, pero somos unos pichones. Las experiencias, la gente, el mundo en su máximo esplendor.
Etapa Cero peluches, que sé yo que flasheas cuando tenés 14, después nos hacemos grandes y agradecemos no haber tirado ese peluche que decía “te quiero” de Pepito que se fue a vivir a España y no lo volvimos a ver nunca más. Como lo más transcendental. un flashback, la película de lo que te hizo lo que sos hoy.

«El perfume es el recuerdo del alma», Aurore Dupin.

Si falta una parte ya no es el mismo, por eso también como que nos cuesta el desapego de ciertas cosas como prendas de vestir, anillos, etc. el palparlo, olerlo, mirarlo te transporta exactamente al lugar que esa reminiscencia te llevó. Cuando inhalamos un aroma, las neuronas receptoras lo toman y lo envían a nuestro cerebro que gracias al sistema límbico (rige las emociones y sensaciones) recordamos momentos agradables o desagradables al olerlo. Un depósito de recuerdos, somos una masa de emociones y como toda buena masa con cualquier levadura que venga nos hinchamos de nostalgia.
Canciones dedicadas, poemas, dibujos... no termino más... un aro, y ni siquiera los dos tenés. Todo a la masa…
Es una nimiedad, pero, por otro lado… están buenos los recuerdos. Archivemos, no tiremos. No sea que dentro de 30 años quieras poner la muñeca de Peppa Pig sobre la cama.


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