Tumbada


Hoy tengo una triste historia para contar, hace mucho tiempo ya que mi vida ha sido saboteada por un ser que mora en mí. No me tiene permitido ser yo misma, la parte auténtica, mi yo que va; mal o bien… pero va. Ha instaurado regímenes a mi sentido del humor, de 10:00 a 15:00 me motiva; de 20:00 a 22:00 me escupe la cara. Y me resulta casi imposible intervenir en sus crudas embestidas contra mis estados ansiosos. Mantienen mi cabeza fuera de enfoque, me hacen tiritar como si estuviera atravesando el invierno más vil. Deteriora mis impulsos y poco a poco me torna endeble y susceptible, turbando mis tareas cotidianas con ataques incontrolables de odio y rencor volviéndolas un infierno. Pero también convulsionantes carcajeos. Uno u otro, como si un interruptor midiera mi asquerosa ciclotimia.
   No obstante, hay algo aún peor que ese abismo en el que me encuentro cuando quiero correr, pero no puedo moverme del lugar, de esa impotencia desgarrante, la abstinencia de no poder controlarte de ningún modo, esa necesidad de acallar tus golpes, la penuria de no verte la cara hoy también. Quisiera poder alivianar esta perpetua carga de coexistir con lo más bajo de mí.

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