Morera

Y simplemente se fue, tiró los dados y el azar pintó de gris su camino. Quizá, si Sally lo hubiera intentado, solo haber disfrutado de su compañía hasta llegar la mañana. Pero su alma solitaria y triste hizo enervar su deseo de huir.

No pudo dar un paso adelante, creyendo en los cuentos con finales felices una vez más. Simplemente tomó sus cosas y huyó, tan rápido como pudo, llorando, perdida y sin rumbo, caminó en la lóbrega noche, tan lejos de él como fuese posible.

Hoy ella recuerda cada risa, cada mirada, cada canción... y se pregunta ¿esos inolvidables ojos aún la juzgan por haberle fallado una vez más?

Ese mensaje que llegó a sus manos, hace tanto tiempo ya, a pesar de los años transcurridos, ¿puede que aún siga teniendo sentido alguno para él? Como en ese entonces, cuando sus temblorosas manos sujetaron la respuesta. Experimentó por primera vez el fuego, la adrenalina de jugar con lo improbable en sus venas. Lo excitante de vivir en una milésima de segundo, ese shock cauterizante, un secreto que excedía a su piel.

Y luego resonó en ella esa morera violeta, de la que juntos una rama tomaron, fue uno de sus más vivos recuerdos que pudo inmortalizar de él, porque aún recuerda su sonrisa de camino a casa. Esa excitación en sus huesos que causaban mariposas en su estómago.

Fue una pasión tan silenciosa, tan cómplice, tan ardiente...que, aunque él ya lo había olvidado, pasaron los años y ella, aún hoy, lo siente apretando su mano fuertemente, escapando juntos a una realidad que se desplazaba a cada instante.

Y esa morera que un día fue testigo del ardor de un amor no correspondido la hizo recordar. Sally lo intentó, sin importarle nada, ni nadie, viajó muy lejos a buscarlo otra vez, pero ya era tarde. Estaba seco, triste e insulso. Esas ideas locas que en su cabeza rondaban no eran más que la fantasía de lo prohibido, de sentirse viva como solo él la hizo sentir aquella vez.

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